Factfulness

Por Raúl González Fabre

10/09/2018


Este verano he leído el libro de Hans Rosling (2018), Factfulness. El libro ya está traducido al español, dejando la palabra del título que no parece fácil de traducir, pero con el subtítulo se entiende mejor: Diez razones por las que estamos equivocados acerca del mundo–y por qué las cosas están mejor de lo que piensas.


Hans Rosling (1948-2017) fue un médico sueco especialista en salud pública. Este libro resume sus conclusiones acerca de cómo leer bien las estadísticas de salud, educación, demografía, ingreso, género…, para entender lo que significan, y enfocar la acción por el desarrollo adecuadamente. Rosling escribió el libro para que fuera el resumen de lo que había aprendido a lo largo de su carrera trabajando primero como médico en Mozambique, luego como profesor de salud pública, y por fin como divulgador de conocimiento sobre desarrollo basado en estadísticas. Lo escribió cuando le fue diagnosticado cáncer de páncreas y supo que le quedaban pocos meses de vida.

Rosling provenía de una familia pobre en una Suecia pobre. Estudió parte de su carrera en India, y trabajó luego un par de años en un distrito rural de Mozambique, uno de los países más pobres del mundo en ese momento. Quizás por eso, porque ha estado del lado «malo» de lugares cuyas poblaciones han mejorado mucho o muchísimo, se niega al llanto jeremíaco de quien solo describe los extremos de lo que está mal, como si así fuera a provocar reacciones más agudas (el marketing de tantas ONG, por ejemplo).


Rosling propone otro enfoque enteramente: reconocer los procesos como están siendo, poner los números siempre en relación con otros, y resaltar tanto los progresos como lo que falta por hacer, para mantener a la gente movilizada. Nada hay realmente más desmovilizador que la sensación de que, pese a todos los esfuerzos, las cosas van cada vez peor. Y nada más falso: las estadísticas nos dicen lo contrario.


Por poner un ejemplo que no menciona Rosling, uno de los pocos grandes éxitos mundiales del sistema de Naciones Unidas han sido los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio para 2015, dirigidos principalmente a los países pobres. Un número considerable de naciones alcanzaron objetivos básicos en torno al agua, la pobreza, la educación… años antes de lo que habían comprometido. Aquí puede encontrarse el balance final en español.


Como el mismo informe indica, quedan muchas y muy importantes cosas por hacer. Pero precisamente el recuento de lo ya se ha logrado, que es un progreso muy significativo, ayuda a motivar el esfuerzo por caminar lo que falta. Nada hay más frustrante que recabar esfuerzos y donativos, para al año siguiente volver con el mismo marketing de que las cosas están peor que nunca. Como en el cuento, de tanto gritar que viene el lobo, al final ya la gente puede acabar por no creer a algunas ONG (o a ninguna), ni siquiera cuando lo que dicen es verdad y algunas cosas se estén poniendo realmente peor.


El libro de Rosling contiene, en un lenguaje extremadamente accesible y con resúmenes al final (todo en ello en inglés, a la espera de una traducción española), indicaciones muy interesantes acerca de cómo entender y medir el desarrollo intencionalmente producido por la acción de los gobiernos, las ONG, etc. Leyéndolo, queda bastante claro que el mercado constituye solo un mecanismo accesorio del desarrollo, que puede ser importante según los estados de cada población. No puede fiarse que el desarrollo ocurra por solo «manos invisibles»: hay que perseguirlo intencionalmente.


Otras dos ideas de Factfulness me llamaron la atención, por su importancia para entender el mundo:


Primero, que no existe ninguna brecha entre ricos y pobres. Si se divide, como él razonablemente hace, la población mundial en cuatro segmentos por su ingreso, los segmentos más poblados no son el uno y el cuatro, sino el dos y el tres. Entre muy ricos y muy pobres hay un continuo, donde la mayor parte de la gente está en medio. Y no es lo mismo saltar una brecha que progresar en un continuo. La visión desde el lugar de más renta, nosotros, puede llevarnos a pensar que todos los demás son iguales, los pobres. Pero no lo son en absoluto: la Valla de Ceuta no la saltan los marroquíes (que sin embargo son la principal colonia extranjera en España) sino los subsaharianos. Y los subsaharianos que la saltan no son a su vez los más pobres de sus países.


La segunda idea que me llamó la atención del libro de Rosling es que los modos materiales de vida dependen fundamentalmente del ingreso real por persona, de ninguna otra cosa. Para mostrarlo, él y su esposa montaron un website llamado Dollar Street, en que reúnen fotos de todo el mundo acerca de cómo viven personas con diversos niveles de ingreso, sean del país que sean. Sorpresa: alguien con USD 10.000 reales de ingreso anual, vive muy parecido en España que en Senegal que en Birmania. Ni la cultura, ni la religión, ni el régimen político son tan decisivos en la vida material de las personas, en lo que tienen o no tienen para salir adelante, educar a los hijos, atender a los enfermos, etc. como el ingreso.


El libro contiene otras muchas reflexiones del autor, fundadas sobre números, que resumen una extensa carrera de servicio al desarrollo basado en hechos, no en distorsionar los hechos para suscitar reacciones de buena intención pero corto aliento y mala puntería. Factfulness.