Lógica política de la gratuidad

Por Raúl González Fabre

01/04/2018


La Resurrección de Jesucristo completa la Redención.


Un río de gratuidad subyace nuestra vida. Nuestro llegar a ser personas sigue la corriente de ese río; y nuestro destino último tras la muerte, también.


La Creación y la Redención nos son dadas. Nuestro Origen es Comunión y nuestro Destino es Comunión. Esa es la Gnosis cristiana, todo lo que necesitamos saber para entendernos a nosotros mismos. Como es tan sencilla, resulta una Revelación cercana a los pequeños, intuitiva para gente muy humilde (Mt 11,25).


Tenemos experiencia cotidiana de esa lógica de gratuidad en el amor que damos y recibimos. Cada amor humano, aun limitado e imperfecto, refleja el Amor de Dios que nos hace ser y nos espera. No se trata de un asunto lejano o metafísico, sino al revés: constituye la clave psicológica esencial para el crecimiento de los niños, la maduración de los adultos, la estabilidad emocional de los ancianos y los enfermos, la recuperación de quienes han padecido alguna desgracia.


Llevamos el Amor gratuito –la presencia de Él y la nostalgia de Él– inscrito desde el principio en las circunvoluciones de nuestro cerebro, en las conexiones de nuestras neuronas.


Pero sobre la gratuidad no se puede organizar el mundo


Existir en esta tierra implica estar sometidos a limitaciones. Por ejemplo,


La lista puede alargarse con muchas más formas en que la limitación de la existencia terrena es una realidad palpable en nuestras vidas. Mientras nuestro ser y su futuro último, nos vienen dados por la pura Gracia de Dios, la vida en la tierra tenemos que ganárnosla “con el sudor de la frente” construyendo un mundo, y unas formas propias de ser en el camino.


No se trata de un accidente. Es lo que nos mantiene moviéndonos, el motor del existir humano. Si todos nos sintiéramos perfecto con lo que somos y con lo que tenemos, esto se movería muy poco. O mejor dicho, esto se habría movido muy poco desde hace 200 mil años. La cultura es el movimiento humano acumulado por las generaciones, el depósito sucesivo de capacidades creadoras de mundos (ciencias, tecnologías, organizaciones, polis…), y de formas personales de ser (deportes, pensamientos, filosofías, artes, religiones…), todas ellas nacidas de la perpetua insatisfacción con cualquier presente.


Nos movemos porque no estamos contentos con lo que somos ni con lo que tenemos. Una gran cantidad de elementos valiosos en nuestra existencia no son gratuitos, no nos vienen dados, no existirán si nosotros no los hacemos, si no invertimos tiempo, esfuerzo y recursos limitados, en producirlos.


El mundo no puede pues explicarse solo a partir de una lógica de la gratuidad del Amor Ilimitado de Dios. Otras lógicas –de la mortalidad, de la acumulación, de la inversión, de la competencia, del aseguramiento, de la retribución, incluso del conflicto– deben ser también tomadas en cuenta por sí mismas. Más o menos agradables o desagradables, según para quién, pero relevantes en todo caso.


No son la lógica de la gratuidad, ni pueden reducirse a ella. Los dualistas de todos los tiempos han notado que la raíz última de estas otras lógicas se encuentra en la limitación, que es atributo por excelencia de la materia. La lógica espiritual sería por tanto una lógica de gratuidad; la lógica material es una lógica perversa de limitación. Divina una, diabólica la otra: la materia, la carne, el cuerpo, lo malo…; será preciso liberar el alma espiritual de esta cárcel terrena en que se halla, y lanzarla al infinito. Sueños adolescentes de Juan Salvador Gaviota, la narración gnóstica por excelencia.


Ateniéndose a la experiencia de la Resurrección de Jesús, la ortodoxia cristiana se ha negado siempre al dualismo, a declarar intrínsecamente malas ninguna de las dinámicas nacidas de la materia, del cuerpo, de la tierra. Son parte de la existencia humana que construye mundos con ellas, y hace a las personas en el mismo intento. Negarles valor intrínseco, sería negar lo humano y lo terreno; o sea, negar la Creación de Dios. Resucita el Cuerpo de Jesús.


Sin la gratuidad tampoco se puede organizar el mundo


La acción cristiana en política, economía, sociedad, ecología… se encuentra entonces ante el desafío de dos lógicas muy reales, presentes en la vida de cada persona, irreductibles entre sí, valiosas ambas pero con distintas formas de valor, de raíz diferente y diferente destino último (pues al final permanecerá solo el Amor, 1Cor 13,13).


La acción cristiana en política, economía, sociedad, ecología aspira a trenzar esas dos lógicas en un solo cordel de la existencia humana. Quiere organizar las dimensiones correspondientes de la vida en la tierra de manera que, además de funcionar bien según las lógicas nacidas de la limitación, incluyan y expresen de alguna manera la gratuidad que se halla en el fundamento divino de lo humano. Quiere entretejer ambas lógicas.


Política, economía, sociedad o ecología, no pueden entenderse ni gestionarse bien solo a partir de lógicas de gratuidad. Pero tampoco pueden entenderse ni gestionarse bien enteramente sin ellas. Incluso psicológicamente, una casa para la persona humana, un mundo hecho a su medida, un espejo en que pueda reconocerse, requiere componentes fuertes de gratuidad.


¿Cómo hacer esto efectivo en las dinámicas de la política, la economía, la ecología, la sociedad del siglo XXI? No en un mundo de fantasía, sino en este de 7400 millones de personas, en tantos sentidos diferentes y en algunos tan parecidas entre sí. No solo qué, sino sobre todo cómo (porque ya estamos un poco cansados de fines sin medios, de impugnaciones sin alternativas, de profetas sin economía). Ese es el desafío planteado a la acción y al pensamiento cristianos.


Que no es un desafío absurdo ni inalcanzable nos lo ha recordado hace pocos días Gaby Jorquera aquí mismo, notando cómo ya ha ocurrido en el pasado que los ideales se conviertan en derechos, que lo que parecía absurdamente utópico y aspiracional, se entreteja en el cordel de nuestro orden económico y político, no solo sin desquiciarlo, sino al revés, superándose con ello a sí mismo como orden humano funcional en un mundo de limitaciones.


En los innumerables frentes de ese desafío, hay muchos millones de personas actuando y pensando movidos por el Espíritu de Jesucristo Resucitado. ¡Feliz Pascua para todos!