El problema pendiente de la seducción

Por Raúl González Fabre

31/05/2018


Carecemos de una ética de la seducción pura, y eso constituye un verdadero problema para orientarnos en nuestro mundo y nuestro tiempo.


Llamaré ‘seducción pura’ a las formas de sugestión, persuasión, etc., que no encierran ninguna voluntad de injusticia ni de mentira. Son sinceras y bien intencionadas por parte de quien emite mensajes seductores de la manera más seductora posible (como los padres hacen siempre con sus hijos, por ejemplo).


La injusticia resulta siempre de alguna forma de coacción: violencia, amenaza, sometimiento, necesidad, engaño… que conduce la relación a un desequilibrio de explotación de uno(s) por parte de otro(s). Una variante frecuente de esa coacción es la manipulación, por la que intento introducir en la mente del otro como bueno lo que yo sé que no es bueno para él, un modo de vida que no querría para mí mismo. Eso no pertenece a lo que llamamos aquí ‘seducción pura’.

Indudablemente, la cantidad de asuntos pendientes de justicia en el mundo es enorme, incluyendo algunos capaces de liquidar la vida humana sobre el planeta (como el cambio climático) o de desestabilizar radicalmente la sociedad global según se manejen (como la financiarización de la economía o los movimientos poblacionales nacidos de la pobreza y la guerra).


Pero la lógica de las sociedades contemporáneas –la inmensa mayoría de ellas; no solo las ricas– está basculando (lentamente, si se quiere) de la coacción a la seducción. Conseguir la preferencia del otro por lo que tenemos para vender (sea un bien o servicio, un candidato, un modo de vida, una religión…) frente a competidores plausibles, es algo a lo que cada vez se enfrentan más ‘oferentes’ y más ‘demandantes’ en un mundo cada vez más plural.


La coacción implica la restricción de la libertad del otro, para que no tenga más remedio que hacer lo que me conviene. El monopolio, la dictadura, la guerra, la necesidad extrema, la confesionalidad impuesta, la costumbre obligatoria, la pobreza… corresponden a este terreno en el cual la normatividad de la justicia resulta más familiar. Pero la seducción se dirige no a la restricción de la libertad del otro sino a su uso, a inclinar sus preferencias a favor de nuestra oferta, algo que un teólogo o un líder espiritual también pretenden hacer.


La seducción no pertenece en realidad al campo semántico de la coacción. Salvo que se pueda redirigir allí (la seducción cuyo objetivo es hacer injusticia o la basada en la mentira), la normatividad de la justicia parece poco aplicable a ella («a quien quiere no se le hace injusticia», decía el antiguo Derecho).


Pero los terrenos no coactivos de la vida social –los regidos por mercados, elecciones políticas, adscripciones religiosas y modos de vida escogidos… donde hay una real pluralidad competitiva– son cada vez más amplios, para una proporción cada vez mayor de las personas. La competencia en ellos no ocurre por la coacción sino por la seducción. Y si es sincera (el vendedor considera que su producto es realmente bueno, el predicador cree en lo que predica, el político propone medidas que piensa adecuadas…), ¿cómo podremos decirle a uno que no es legítimo que intente seducir con lo suyo, y a otro que sí lo es? ¿Qué criterio tenemos que sea diferente a nuestras propias convicciones sobre el tema, probablemente adoptadas a partir de habernos dejado seducir por unas ciertas ideas e imágenes?


Este es un gran problema ético, si la ética consiste en buscar signos de orientación para la acción humana. Claro que se trata de buscar signos racionales, o al menos razonables. Si una propuesta puede demostrarse no-razonable, recomendaremos a la audiencia no adoptarla. Pero, ¿significa eso que negaremos a quien la emite la posibilidad de seguirla proponiendo, si no es injusta ni mentirosa?


Se trata de un tema mayor en nuestra cultura, porque:



Así que tenemos un problema real: si no podemos reducir una determinada operación de seducción a injusticia o mentira, ¿cómo evaluarla moralmente, para saber si es buena o mala, legítima o no, si quien lanza el mensaje seductor tiene derecho a hacerlo? Se aceptan sugerencias, seductivas o no.